Dramaturgia implicada

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Alfredo Grande

Dramaturgia implicada. La continuación de la terapia por otros medios, Alfredo Grande, Editorial Nueva Generación, Buenos Aires, 2019, 256 páginas. Teatro argentino.

Índice

Estudio preliminar por Vicente Zito Lema

Introducción penetrante

Divanes de palo

Psicoanalizando por un sueño

Las caras del tiempo

Miopes. Nadie leyó la letra chica

Tres obras cortas

La guerra de los bondis

Consorcio que me hiciste mal

El color de la sombra

Monólogos

El ascensor tiene la culpa

Aleluya, aleyulia…!

¿Por qué Villa Freud no queda en Claypole?

Todos tenemos un poco

Alquimias argentinas

Todos somos miopes

Ya no quedan paranoicos

Encontré una lapicera

Uníos, proletarios uníos

De escenarios, actores y directores

Contratapa

Alfredo Grande es médico psiquiatra, psicoanalista, cooperativista y escritor. Es, pero también se hace. Y al hacerse, ha descubierto en más de 45 años de militancia profesional, política y social que la diferencia entre poco y nada es mucho.

Ha sido diagnosticado de padecer fenómenos de múltiple personalidad. Lo que le permitió descubrir que toda personalidad es una multiplicidad. Y que el teatro es la continuación de la terapia por otros medios.

Su actividad como docente universitario duró 38 años sin interrupción, hasta que la Universidad Nacional de Buenos Aires resolvió que con 65 años no servía para nada y lo jubiló.

Fundó en 1986 ATICO, la cooperativa de trabajo en salud mental.

Escribe en la Agencia de Noticias Pelota de Trapo, ha publicado 8 libros y 3 mas como compilador y coautoría. Conduce el programa radial Sueños Posibles.

No piensa que otro mundo es posible, sino que otro mundo es necesario. Y un libro siempre forma parte de ese mundo necesario.

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Alfredo Grande

Estudio preliminar por Vicente Zito Lema

UN TEATRO DEL ODIO AMOROSO

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Desde hace varias décadas en nuestro país, Alfredo Grande viene dejando su profunda huella cultural. Recoge sólidas tradiciones y se arriesga por caminos diferentes. Ha construido un pensamiento y una poética, siempre coherentes, que brillan por su potencia y su originalidad. Nos aventuramos a decir que se ha construido a sí mismo, que es su padre y su madre y a la par tiene múltiples y valiosos padres y madres.

Llegar a una identidad es arduo y a la vez simple de decir. Hay que partir del desierto, que nunca existe totalmente y a la vez llegar a una selva donde todavía falta mucho por crecer. La identidad es lograr que de todos los actos del bien y de todos los actos del mal surja lo no dicho, pero sí deseado, lo que poco alivia pero que es a la vez tan transparente como necesario. El universo de Alfredo Grande es calmo y abrazador, enferma y cura, desafía y provoca, y sin embargo nunca de generar vínculos amorosos. Diríamos que hay veneno y bálsamo en la medida justa, odio tanto como amor, eso sí, nunca hay rencor. Podemos sospechar que la muerte no está bien recibida en su banquete de vida. Porque aquí sí que hay un banquete, hay comida para todos y en abundancia, hay pan y vino como en el primer día de la creación. Eso sí, para estar en esta mesa hay que ser valientes, hay que estar desnudos, hay que estar dispuestos a recibir el golpe y la caricia en su momento preciso. Bien se dice: para llegar al bien, hay que pasar por el mal. Y Alfredo Grande pasa por todos los males, del sujeto y de la sociedad. De la realidad extrema y de la fantasía más soberbia.

El universo cultural de Alfredo Grande se construye desde su misma formación, de sus aprendizajes, de sus lecturas, de sus pasiones, de sus pesadillas y de sus infiernos (“los consorcios” para dar un ejemplo de su autoría), desde su aguda conciencia crítica, desde su fervoroso escepticismo, y desde su pavorosa esperanza, que no niega el dolor del mundo pero no se detiene a llorarlo. Hay que construir otro mundo, dice, y nos invita a construirlo. Él se ofrece a ser remero del gran barco social, y a veces con arrogancia de artista se propone ser también el mar. La psiquiatría le es originariamente útil y sigue siéndolo, le pone límites a su ingenio, le obliga a volver a instalar una y otra vez su arado en el surco. Del psicoanálisis tomó la alegría, aunque Sigmund Freud no lo haya previsto en la construcción de su armamento. De la psicología social la necesidad de vivir la vida en la vida con otros, de dormir en grupo para amanecer despiertos. O acaso alguien se imagina que hay soledad creativa, que no hay finalmente en la desesperación el beso frío de la ausencia. Ese saber que en el otro y con el otro está la única posibilidad de mellarle los dientes a la muerte. Lo repetimos, Alfredo Grande ha construido su universo y lo ofrece, aún en este tiempo de dolor social, de agonías de la esperanza y de culto a lo privado y a su falsedad esencial. Todo lo que digo me viene muy rápido a la cabeza, y no lo quiero revisar, porque seguramente lo escribía otra vez de otra manera (dando mayor énfasis a su saber dialectico y sus espesuras políticas, a su capacidad de condensación del lenguaje y la comunicación de las ideas con plena distinción de lo principal y lo secundario). Lo que no dejaría de poner, lo que reitero con absoluta seguridad es que Alfredo Grande ha construido sueños y desafíos, locuras y serenidades, pensamiento crítico y pensamiento de vida. Hablo de vida en la vida, hablo de vida en los tiempos de rencor, hablo de vida en la fatua desesperanza, hablo de vida cuando las pasiones tristes nos agobian.

La pregunta es: cómo se construye esa vida.

Alfredo Grande tiene sus respuestas. Su lenguaje es respuesta, su escritura en los diferentes campos que lo demandan es respuesta. Y coherentemente su cuerpo da respuestas, porque siempre lo pone en juego, especialmente en la defensa de los Derechos Humanos y la salud mental. Su culto a la amistad es también su respuesta, que se puede ver en los momentos más complejos donde el dolor es un exceso.

De todos los abordajes posibles a la obra multidisciplinaria de Alfredo Grande hay uno que condensa todas sus búsquedas y sus logros. Es el humor como arma de resistencia, como arma de futuro, como arma jugada a cara o cruz para la construcción y defensa de lo justo y necesario. Y es el teatro el espacio donde trascurre con mayor claridad y capacidad comunicativa ese humor, que es la marca en el orillo de todo lo tejido culturalmente por Alfredo Grande.

He visto sus obras teatrales. También las he leído. He visto sus trabajos de actor y director. Puedo decir entonces que conozco su teatralidad. La conozco es también la manera de decir que la admiro. Muy pocos creadores en el tiempo del desprecio logran despreciar el desprecio. Muy pocos en el tiempo de tristeza logran reírse de la tristeza. Muy pocos en el tiempo del pensamiento oscuro ponen luz donde la negrura hace de lo negro el monumento a la desesperanza. Sí, hay humor en la vida y en la obra de Alfredo Grande. La segunda pregunta de hoy es una clásica pregunta: de qué hablamos cuando hablamos de algo. Qué digo cuando digo el humor de Alfredo Grande.

Digo: inteligencia. Digo: ingenio. Digo: sólida formación cultural. Digo: política en los huesos y en el alma. Digo: cuerpo en acto. Digo: palabra en acto.

Leer estas obras de Alfredo Grande es una invitación a zambullirnos en una de las mejores tradiciones teatrales argentinas. La que nos habla de los seres y del mundo, del hombre y la mujer de todos los días, y que por eso son seres no comunes de tan comunes, únicos por estar todos allí, con nuestras miserias, con nuestro heroísmo, con nuestra arrogancia, con nuestros miedos, con nuestra piedad y pese a todo con el deseo de seguir vivos en un mundo tan amenazado, en un mundo tan hostil, en un mundo que en definitiva será lo que podamos construir. Y vaya que hay un universo para construir. Ese universo que nos anuncia a veces riendo a veces llorando, siempre lúcido, ese gran hombre de la cultura argentina, que se llama Alfredo Grande.

Vicente Zito Lema

Buenos Aires, septiembre 2018

INTRODUCCION PENETRANTE

Para una dramaturgia implicada

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El teatro es un arte vivo. Si dejamos una pintura, una escultura, y volvemos en un tiempo a buscarla, está igual. A menos que la hayan robado o destrozado. Que de eso se han encargado en todos los tiempos los caballeros templarios custodios de la cultura represora. Pero el teatro no es el texto de la obra de teatro. La partitura tampoco es la música, porque necesita el talento del artista que convierte notas que podemos leer en sonido que podemos escuchar. Sin embargo, un músico puede tocar su instrumento en la soledad de su casa. Y a menos que tenga vecinos que se lo impidan, desplegar su arte sin problemas. El teatro no es la obra escrita. Tampoco es la actuación. Mucho menos la dirección de actores o la puesta en escena. El teatro en su dimensión fundante es el encuentro. Un autor, actrices y actores y público. Una ceremonia, como dice Vicente Zito Lema, creador de la antropología teatral poética. Este encuentro deviene en el mejor de los casos, un vínculo. O sea: una identificación. Vínculo es el excedente identificatorio de un encuentro. Yo me encontré muy joven con la versión de Galileo Galilei interpretado por ese coloso que fue Onofre Lovero. Bertold Brecht está dentro mío, aunque nunca tuve un encuentro con él. Pero si me encontré con su obra y creó vinculo permanente. El arte dramático, entre tantas concepciones posibles, es aquello que permite el pasaje del encuentro al vínculo. Nadie está por fuera de alguna escena. En la actualidad de nuestra cultura represora, la escena deja de ser un encuentro corporal para clonarse en realidad virtual. Hologramas en vez de materialidades. El teatro sigue siendo una forma de resistir a la hegemonía de reemplazar la materialidad concreta de los cuerpos por la virtualidad de las imágenes. Que no valen por mil palabras. Y muchas veces, ni siquiera por cien. En el teatro, la implicación de actrices y actores, con el público presente, es una resonancia espiralada. De las butacas al escenario, del escenario a las butacas. Esto también tiene que ver con el “arte vivo”. No hay dos funciones iguales y no hay dos públicos iguales. Esto es una interpelación a todo intento de repetición, de cristalización, de inercia dramática. Creo que por esto, el registro teórico conceptual que siempre es tardío, incluso amarrete, no puede dar cuenta de los procesos de producción de subjetivación que el arte dramático propicia. Goce estético en la matriz vincular y grupal. Quizá por todo esto es que empecé a pensar en la continuación de la terapia por otros medios. El teatro, el arte dramático, no solo permite la catarsis sino también la elaboración psicosocial del conflicto. Y creo que el teatro y el psicoanálisis tienen la misma potencialidad: son dispositivos que propician el análisis de la implicación. Política, libidinal, histórica, sexual, ética, económica. En el psicodrama, el sociodrama, las técnicas lúdicas, las dramatizaciones, el psicoanálisis y el arte dramático se potencian fuertemente. Palabra y cuerpo en acto. Texto y puesta en escena. Lo dicho y la forma de decirlo. Los escenarios de la vida tienen a veces fronteras borrosas. No siempre las escenas son en teatros, y estos además no siempre son iguales. Lo que permanece es la enunciación colectiva. Como escribió Leopoldo Lugones: “que la encienda yo es bien poco, si es que en ambos se completa, lo que tienes de poeta, con lo que tengo de loco”. Me animo a decir que el arte dramático es un arte completo. Análogamente a como Freud señala que el fenómeno onírico, el soñar, es un acto psíquico completo. Como arte completo, es un territorio estético de producción de verdad. Y una verdad es aquello que permanece en el tiempo. Desde ya, cada uno tendrá la verdad que se merece, y al decir de Nietzsche, que puede tolerar. Yo empecé a construir mi verdad desde los 4 años, cuando acompañaba a mi padre a los ensayos de “Ese camino difícil”. Se estrenó en Nuevo Teatro, en el año 1952. La sala que en esos años dirigía Alejandra Boero y Luis Asquini. Empecé a respirar teatro contemplando esos ensayos interminables. Las actrices y actores llegaban de sus trabajos, y dedicaban gran parte de la tarde noche a ensayar. Para el teatro independiente, el teatro era militancia. No trabajo. Nadie ganaba dinero con el teatro. Mi padre donaba su 10% como derecho de autor a la Sala. Lo que ocasionalmente generaba un reproche de mi madre, su compañera de siempre. La huella de Nuevo Teatro nunca se borró. Al contrario: el paso del tiempo la hizo más profunda. Recuerdo a Pedro Asquini interpretando a Rembrandt en una obra sobre Spinoza. Era en el teatro IFT. En un momento, el bigote postizo se despegó. Pedro trató de acomodarlo, hasta que finalmente se lo sacó de un tirón sin dejar de actuar un segundo. Ahí me di cuenta lo que es teatro. No se hace teatro. No es un hacer, es un ser. Tiene entidad propia, autónoma, mágica. “Ese camino difícil” fue el debut teatral de Héctor Alterio. Interpretaba a Alberto, el estudiante eterno. Uno de los protagonistas de la obra. Luego vino el estreno de las “Las 9 tías de Apolo”, comedia para sobrinos. Esa obra premiada tuve la oportunidad de dirigirla siendo muy joven. Tenía la impronta de la puesta en escena en Nuevo Teatro. 10 personajes femeninos y 3 masculinos lograban un elenco muy poco habitual. Supongo que la influencia de mi padre, cuyo seudónimo como autor teatral era Juan Carlos Ferrari, fue estímulo pero también freno. Su talento era completamente excepcional. De 4 medallas de oro a los mejores promedios del Nacional Buenos Aires, sacó 3. La de matemáticas la perdió por 10 centésimos. Entonces este libro es un homenaje, un tributo a su alma y mente de creador. Mi camino con el teatro también fue un camino difícil. Siendo estudiante de medicina, dirigí el Elenco Vocacional Apolo (EVA). Estrenamos una obra magna de Aurelio Ferretti: “La Pasión de Justo Pomez”. Además de la puesta en escena, tuve que hacer el papel de Justo Pomez. Su texto era larguísimo, verdaderos discursos en el seno de su familia. Hoy no podría recordar ni la décima parte. Pero tuve dos satisfacciones que llevo en mi mochila de recuerdos. La viuda de Ferretti fue al estreno y me dijo muy emocionada: “verte a vos fue como verlo a Aurelio”- Una gran actriz, Marcela Sola, que administraba la Sala Artea, donde estrenamos la obra, hizo el siguiente comentario: “Alfredo, hiciste un capolavoro”. A Marcela la había visto años antes en una carpa teatral que funcionaba en la Plaza Irlanda. Protagonizaba “Mariana Pineda” del gran Federico García Lorca. Mi problema en ese momento fue que “no me la creí”. Luego hicimos “Amor de Ciudad Grande” de Carlos Somigliana. El EVA se fue diluyendo, ya que necesitaba trabajar y recibirme de médico. Trabajé en una obra de Carlos Gorostiza, “El reloj de Baltasar”, aproximadamente año 1972. Aun recuerdo a mi madre pintándome el bigote para aparentar más edad. Sin embargo, creo que en ese momento de decisión, decidí mal. El teatro quedó en un estado de latencia durante demasiados años. Dos situaciones, de las cuales no recuerdo bien la cronología, permitieron un despertar. Yo había organizado el Departamento de Salud Mental de la Asociación Argentina de Actores. (La triple A buena). Estuve muchos años hasta que la canalla reaccionaria logró echarme. En esos años, propuse a la secretaría de derechos humanos realizar un ciclo: “Los derechos humanos y el actor”. Yo escribía el texto, y un elenco de actrices y actores con distintos directores, lo realizaban con la modalidad de teatro semimontado. Le debo a la entrañable Mara Lasio el entusiasmo y colaboración para esta tarea. Adriana Mavrakis realizó aportes también. Fueron 5 espectáculos, todos con debate. Me reencontré con Marcela Sola, ya pasadas algunas décadas de Mariana Pineda. Betty Raiter participó en todos los espectáculos y aportó militancia, entusiasmo y mucha inteligencia. Siempre recuerdo el entusiasmo con que se realizaban los ensayos. Estreno y despedida hasta la próxima presentación. La modalidad de teatro semimontado la había empleado en la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados. Desde el año 1983 comencé con lo que muchos años después se llamaron “perfomances”. Algo parecido a lo que eran las estudiantinas de los viejos tiempos. Fueron 8 espectáculos, discontinuados. Recuerdo algunos títulos: “My Freud s ladies” “El encuentro imposibles” “Terapias pintadas” “Yo soy la Escuela”. La última perfomance fue a los 50 años de la fundación de esa institución. “My Freud s ladies: la sublimación al palo”. Y lo cito porque fue el comienzo del Colectivo Teatral de la Escuela Argentina de Psicoterapia. Hoy institucionalizado como Teatro por Psicoanalistas. La experiencia de la AAA buena, para mí fue decisiva para reavivar la llama del arte dramático. Y con las “performances” descubrí cierta capacidad para la tarea de dirección de actores y puesta en escena. Pero en el 2007 se dio un salto importante, con el estreno de mi primer unipersonal. En el año 2004, ese gran actor que es Carlos Mérola me invitó a dar una charla en la Biblioteca Jorge Luis Borges. Decidí darle un formato de “stand up”, herencia de mis clases en la universidad nacional de buenos aires. Desde 1976 mis clases, muchas veces con más de 100 alumnos, convocaban desde el humor a la capacidad de pensar sin aburrirse. El título de ese artesanal intento fue: “Cultura por mano propia: sepa porque darse una ducha es mejor que dormir una siesta”. Resolví comenzar a realizar unipersonales como una manera de amplificar mi práctica docente y de divulgación científica. La modalidad irónica, punzante, risueña y siempre con ideas para ser pensadas, conmueve al espectador. Alumno y/o público. No había diferencia. La decisión de hacer el unipersonal en una sala teatral fue decisiva. Mi primer espectáculo unipersonal en teatro fue "Cultura por mano propia", estrenado en 2007 en la Sala LA CLAC. Con la dirección de Betty Raiter y la asistencia integral de Paula Bernengo. Mi gratitud a Fito Yanelli que me abrió las puertas de la sala en la que durante más de 10 años realicé actividades teatrales-. Se hicieron funciones en La Plata, Paraná, Santa Fe y Mar del Plata. El segundo unipersonal, con el mismo equipo de trabajo, se llamó "La soga en la casa del ahorcado", del 2008, siempre en LA CLAC. Con funciones agregadas en Mar del Plata y Rosario. La despedida se realizó en LA VIDA DIRÁ (Pulpería Urbana), otra vez en Buenos Aires. El tercero fue "Sueños Posibles", del 2010. Fue pre estrenado en LA VIDA DIRÁ en 2009 y al año siguiente en la BIBLIOTECA POPULAR EDUARDO MARTEDÍ. Hubo funciones Victoria, Rosario y Mar del Plata. La dirección fue de Sebastián Raffa, el sonido de mi entrañable amigo Sergio Etxeberri, que como el flaco Abel del Cafetín de Buenos Aires, “se fue pero aún me guía” y la producción integral de Irene Antinori. En el 2011 estrené, siempre en La Clac, “Así no es la vida”. Al equipo se incorporó Federico Grande. También fue temporada de verano en el SHA. En el 2016 llegó “Y a mí ¿Qué me parece?”. Con la incorporación de Oscar Ciancio en la ambientación escénica. Todos los espectáculos son un dispositivo dramático, artístico y político que intenta conmover el sentido común y abrir nuevas formas de pensar la realidad. En 2017 actuó en la obra “Hilda y Freud: amor en clave diván” de Antonio Quinet con la dirección de Sebastián Raffa. Fui invitado por la psicoanalista y actriz Florencia Farías, que había estrenado la obra. Se incorporó Maia Gonzales en luces y sonido y Susana Galarza en producción. Recordé al subir al escenario mi debut teatral en “El reloj de Baltasar” y volví a disfrutar del hermoso trabajo de componer un personaje. Nada menos que Sigmund Freud. El psicoanálisis mantuvo su marca en las tres obras que escribí y dirigí para el Colectivo “Teatro por Psicoanalistas”. La primera obra fue “Divanes de Palo”. Dos años después llegó “Psicoanalizando por un sueño”. Este año estrenaremos “Las caras del tiempo”. En estas décadas seguí comprobando que la escena teatral y la escena psicoanalítica potencian la capacidad de poner el fundante represor de la subjetividad en la superficie. De tal modo que cuando el fundante se hace superficie, que es lo opuesto a superficial, podemos enfrentarlo. Tanto el psicoanálisis como el teatro son discursos y praxis libertarias. Capturadas por la cultura represora setenta veces siete y mas también. Pero más veces liberadas y convertidas en herramientas de la liberación psicosocial. Por eso creo que este libro debe ser publicado. Porque no quiero quedarme con toda esta experiencia acumulada sin intentar compartirla. Y también porque pretendo que aquello que escribo siga teniendo vigencia permanente, al menos para mí. De “Así no es la vida” quiero recuperar su texto fundante: “La vida es como nosotros la hacemos. Y en cada vida se repliegan y despliegan muchas vidas. Sin darnos cuenta, en el peor de los casos, transitamos una diversidad de ideas, sensaciones, deseos, motivaciones, que muchas veces ignoramos. En el mejor de los casos, esas vidas son sostenidas y conservadas como nuestro más bello tesoro y como el justo legado que nos debemos a nosotros mismos. Solamente rechazando la vida por mandato, podremos encontrar la vida por deseo."

 

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